El día de ayer hablé con gran amigo: Neri Rivera que aunque llevamos el mismo apellido, no somos familia de sangre, pero si de fe. Neri está en estudios para saber si unos tumores que le extrajeron son cancerosos o no.
Hace ya mucho tiempo leí un librito llamado "por qué se enferman los cristianos". El título es algo extraño, pero el argumento principal radica en preguntarse por qué personas buenas, que se dedican a servir a otras personas, a compartir con personas necesitadas las buenas noticias de amor, perdón y salvación, se enferman de enfermedades terribles y a veces mueren. La pregunta del autor es: ¿que no esas personas le servían más a Dios vivos que muertos?
Al paso de los años me doy cuenta de que los pensamientos de Dios no son, por mucho, nuestros pensamientos, ni sus caminos nuestros caminos. Su sabiduría es infinita y Él sabe sus propósitos eternos.
Lo que he entendido recientemente es que debido a la condición en que está el mundo en el que vivimos, que no hemos respetado el diseño del creador, y de la enemistad que tenemos con Dios, el mundo no es lo que debía ser, ni funciona de la manera en que debiera funcionar.
En realidad, la tristeza, la enfermedad y lo que llamamos "cosas malas" deberían ser el común denominador de nuestra existencia. Afortunadamente no es así, y no lo es porque Dios nos ama y no permite que nos destruyamos tanto como nos es posible hacerlo. De cierta forma, el pone una barrera a la maldad que podemos generar con nuestra propia capacidad humana. Eso se llama Gracia y no Justicia.
La Biblia enseña que Dios decidió pagar Él mismo la culpa de nuestro pecado. Él asumió en si mismo la tragedia humana y lo pagó en la Cruz. Nuevamente, no hay otra religión, ni creencia humana que describa un Dios así. Jesús dijo que el vino a buscar una reconciliación, a terminar una enemistad entre los hombres y Dios y el mismo es el mediador. Dios demandó la muerte por nuestra culpa y Jesús asumió en él el costo. Dice la Biblia que pagó la deuda por nosotros. Sólo el podría hacerlo y por su amor, lo hizo. Ahora tenemos amistad con Dios por medió de Jesús. Su mensaje fue "arrepiéntanse y crean en quién soy yo".
No queremos más enfermedad, ni tristeza, ni dolor, ni desánimo, ni confusión, soledad, pobreza, hambre, etc., etc., .etc. Jesús nos ofrece verdadera identidad y verdadera pertenencia. Ser hecho hijos de Dios, hermanos con Jesús, herederos del Reino. Y aunque tal vez en esta vida, tengamos que padecer ciertas cosas, tenemos la promesa de que tendremos un día un cuerpo nuevo y perfecto y viviremos en perfecta comunión con Dios, como fue al principio.