Me
voy a atrever a exponer una idea y una recomendación sobre la hemodiálisis.
Cuando
empecé con el tratamiento de la hemodiálisis y nos dieron información sobre los
riesgos, la técnica, los otros tipos de diálisis, los beneficios y la excelente
alternativa que representa para personas con problemas renales, me vino la
mente la enseñanza de Jesús a la mujer samaritana que se encuentra en el evangelio de San Juan capítulo 4 que
dice:
[Jesús]
llegó a un
pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su
hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó
junto al pozo. Era cerca del mediodía. Sus discípulos habían ido al pueblo a
comprar comida. En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y
Jesús
le dijo:
--Dame
un poco de agua. Pero como los
judíos no usan nada en común con los samaritanos,
la
mujer le respondió:
--¿Cómo
se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?
--Si
supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua
--contestó Jesús--, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da
vida.
--Señor,
ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues,
vas a sacar esa agua que da vida? ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre
Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?
--Todo
el que beba de esta agua volverá a tener sed --respondió Jesús--, pero el que
beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de
él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
--Señor,
dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a
sacarla.
--Ve
a llamar a tu esposo, y vuelve acá --le dijo Jesús.
--No
tengo esposo --respondió la mujer.
--Bien
has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora
tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.
--Señor,
me doy cuenta de que tú eres profeta. Nuestros antepasados adoraron en este
monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en
Jerusalén.
--Créeme,
mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán
ustedes al Padre. Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo
que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos. Pero se acerca la
hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre
en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.
--Sé
que viene el Mesías, al que llaman el Cristo --respondió la mujer--. Cuando él
venga nos explicará todas las cosas.
--Ése
soy yo, el que habla contigo --le dijo Jesús.
En
esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de verlo hablando con una
mujer, aunque ninguno le preguntó: «¿Qué pretendes?» o «¿De qué hablas con
ella?»
La
mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente:
--Vengan
a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el
Cristo?
Salieron
del pueblo y fueron a ver a Jesús.
Mientras
tanto, sus discípulos le insistían:
--Rabí,
come algo.
--Yo
tengo un alimento que ustedes no conocen --replicó él.
«¿Le
habrán traído algo de comer?», comentaban entre sí los discípulos.
--Mi
alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra --les dijo
Jesús--. ¿No dicen ustedes: "Todavía faltan cuatro meses para la cosecha"? Yo
les digo: ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura;
ya el segador recibe su salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto
el sembrador como el segador se alegran juntos. Porque como dice el refrán:
"Uno es el que siembra y otro el que cosecha." Yo los he enviado a ustedes a
cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando,
y ustedes han cosechado el fruto de ese trabajo.
Hay
muchas cosas sorprendentes en este pasaje y cosas que pueden "aterrarnos" y a
la vez darnos mucha esperanza. Mi meditación se trató en contextualizar el
relato considerando sangre en lugar de agua.
En
mi encuentro con Jesús (en mi mente) pensé que Él me ofrecía una hemodiálisis
única y efectiva en la que no iba a requerir ninguna hemodiálisis más, sino que
después de "su hemodiálisis" no requeriría ninguna limpieza adicional a mi
sangre. En este escenario, Jesús mismo sería quién limpiará mi sangre una vez
por todas. Todavía requiero un trasplante, pero en este caso no es riñón, sino
de corazón. Requiero que Jesús cambie mi corazón rebelde, egoísta y pecador,
por un corazón que lo ame a Él y que su mayor anhelo sea vivir con Él.
La
Biblia dice que Jesús nos limpia con su propia sangre, la que derramó por
nosotros en la cruz, cuando llevó el castigo por nuestra culpa y maldad. Ahora
Dios nos ve limpios y mejor aun nos declara sus hijos!
Entiendo
que Dios me confronta con mis pecados, como lo hizo con la Samaritana y me deja
ver muy claro mi maldad y pecado. También comprendo que sólo de Él puedo
recibir vida eterna y que tiene un plan para que yo crea en Él y que también otros
que están en la misma situación de pecado como yo, puedan conocerle y creer en Él
como ese pueblo lo hizo.